lunes, 28 de enero de 2013

Esa sensación.

Estás tirada en cama pensando en todo lo que tienes que hacer hoy y, de repente, como si nada pero a la vez todo, la lista de reproducción en modo aleatorio salta a una nueva canción.
No tienes ni idea de biología, pero se te activa el hipotálamo al escuchar el primer acorde. Tu cuerpo se altera, reconoce ese sonido. El sol entra entonces, por la ventana, más fuerte que en toda la tarde, y tus dientes salen a recibirlo, has cerrado los ojos, se te ha puesto la piel de gallina y te das cuenta de que has encogido los dedos de los pies.
Esa canción. La has escuchado un millón de veces. Pero hoy, después de tanto tiempo suena diferente, suena brillante, a mar, pero suena dulce a la vez, tan amarilla como siempre. Trae consigo una lluvia de recuerdos, de sueños que comienzan flotar a tu alrededor. Eres débil en ese momento, estás indefensa. Todo te ha cogido tan por sorpresa que se te nubla la vista. Es inevitable

Suena como sonaba aquel momento. Perfecto.

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