Todos buscamos una isla perdida en la que descansar, en este
inmenso océano que es la vida. Somos tan distintos y tan iguales… almas
intentando huir de los problemas, pero intentar huir es inútil. Todos tenemos
algún problema y no puede uno librarse de ellos, por más que se intente, no es
posible. El problema existe siempre. Como aquello que nos enseñaban en el cole
de la energía, sí, a mi me recuerda a la energía “ni se crea ni se destruye,
sólo se transforma”. Así son los problemas. A veces al darnos cuenta de que los
problemas no nos van a abandonar, decimos que ya no nos importan. Pero
mentimos. Porque en realidad nos importan, nos afectan, nos hacen sufrir; de
hecho deben importarnos si es que
estamos vivos.
Hay ocasiones en que nosotros mismos creamos nuestros
problemas, un paso en falso y podemos vernos envueltos en una maraña de
circunstancias de la que resulta muy complicado deshacerse.
Otras veces nacemos con nuestro problema, es algo que no
podemos remediar y de lo que probablemente no tengamos la culpa. Pero el
problema está ahí y no se va a marchar.
Pero a pesar de todos los problemas que puedan existir en el
mundo mundial, también puedes tener la suerte (como en mi caso) de tener las
mejores amigas del mundo, sí, esto se dice mucho y ya casi ha perdido todo su
significado, pero puedo asegurar que mis cuatro no las cambio por nada. Son las
mejores. Gracias por ser mi isla perdida.