martes, 18 de octubre de 2011

Welcome to your sweet home.


Recorro las calles, como cada día, adoquines mojados los días lluviosos. Mojados casi siempre. Ciudad con olor a lluvia, a mar y a pasteles de Gascón. Suena Sabina todos los días en la calle Real, un soñador que cada día tiene los dedos un poco más desgastados y las arrugas un poco más pronunciadas; pero nunca falta a su cita con los transeúntes, aunque solo recibe monedas de las que no brillan, desgastadas, como sus dedos. Sin embargo él siempre regalando música, regalando sonrisas.
Sigo caminando, escaparates bonitos. Vestidos en unos, libros en otros, muebles antiguos, juguetes, zapatos… pero llaman la atención los otros muchos en los que solo cuelga un cartel de “se vende”. Ferrol ya no es lo que era, antes tenía uno de los astilleros más importantes a nivel nacional, venía gente de fuera porque se generaba trabajo. Ahora los de aquí tienen que marcharse para poder encontrar uno. Es una ciudad pequeña y triste, pero yo creo que eso la hace muy especial.
Continúo mi paseo, niños de pantalón corto y falda plisada juegan alrededor de la estatua del Marqués de Amboage, madres que hablan en las terrazas entre cafés y cigarrillos. Le compro a Marina una herradura de chocolate, aún está caliente. Llego a los floreados jardines de capitanía, parejas paseando de la mano entre los bancos blancos. Las calles me llevan hacia abajo, me dejo llevar; olor a mar. Casas viejas de colores, las he visto tantas veces… de pequeña siempre he soñado con que era arquitecta y las restauraba todas, pero puede que entonces ya no fueran las mismas casas ni tuvieran el mismo encanto.
Ya veo el mar entre las casas. Palmeras, gaviotas, barcos. El viento sopla más fuerte en el puerto, pero no es desagradable. Veleros, barquichuelas, yates, lanchas… y siempre hay algún buque o algún crucero que atraca en Ferrol.
Pero sin ninguna duda, lo mejor de Ferrol han sido siempre, son y serán sus playas. Decir que son unas de las mejores playas del mundo no es exagerar; en verano los turistas vienen a ver el Atlántico, pero los surfistas las visitan todo el año.
Ésta es mi ciudad, a grandes rasgos… con su teatro Jofre, con su catedral de San Julián, con su plaza del pescado, con su Cantón de Molins, con su arroz con leche y su tarta de castañas; su estatua caída, su Torrente Ballester, su casa del Patín, sus bocadillos del Canario, su plaza de Ultramar, sus pavos reales, su pequeña Puerta del Sol, su tableta de chocolate y su Racing de Ferrol.

La ciudad que me ha visto crecer y puede que algún día me vea marchar, pero si algo está claro es que siempre será mi hogar, aquí, al lado del mar.

1 comentario:

  1. Soy un ferrolano que vive fuera, en Canarias, me ha encantado como has descrito a nuestro pueblo, ese relato más fresco y claro no puede ser.

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